Estoy trabajando en renovar el blog por un blog de relatos y personalizaciones de MTG. Los eventos volverán más adelante. Discupad las molestias.

martes, 10 de mayo de 2016

La chica del pelo ceniciento - Cuentos de Ari (II)

- Bueno, sabiendo que vamos a estar aquí una temporada... ¿que me cuentas de tí, Kei?

Kei me miró desde su lado de la celda con unas pesadas cadenas que impedía que usara sus poderes mágicos. Al igual que yo ambos habíamos sido atrapados en una región de humanos temerosos de la magia y nos habían arrojado a una oscura y fría sótano sin más.

De nada les valieron ni las protestas ni nuestros intentos de usar magia para salir.

Al cruzar el primer portal llegamos a una tierra similar a mi hogar, sin embargo había cierto temor a la magia pues todos sus habitantes parecían tener un enorme resentimiento hacia ella.

- En fin, tardaremos en salir aqui... No pierdo nada por contarte algo que no sabes... - se resignó Kei.

"Vivía en una región llamada Alil, en el plano de Malil. Se me conocía por la fama de gran luchador y al final encontré la horna a mi zapato. Pero siempre perdía contra ellos... Je - sonrió enigmáticamente y se me erizaron los pelo de la nuca. Kei parecía disfrutar de su dolor en aquel momento - Total, me enfrenté una vez más a una fuerza que amenazaba con destruir todo el plano y la empujé sin querar a otro desatando una guerra... en Zendikar..."

- Espera, los relatos de Zendikar son muy recientes, apenas hay documentos escritos sobre lo ocurrido... Si de verdad fuiste allí desde Malil ¿porqué en mi plano se dice que tienes más años que las piedras? - dije extrañada.

- Porque soy inmortal... - dijo sin más - y porque las lineas temporales entre planos no tienen que seguir una mísma línea. Es decir, puede que lo de Zendikar parezca que ha ocurrido, pero desde nuestro encuentro en realidad ha pasado varios años... aunque no llega a un siglo...

- ... Pero ¿cuántos años tienes? - pregunté asustada.

- Los suficientes como para asustarte más si te digo la verdad, chiquilla.

"¿Me está tomando el pelo?" pensé recobrando la cordura.

- ¿Estás intentando saber mi edad de verdad? Dejalo, Ari... Continuaré mi relato.

"Al cruzar un portal a la desesperada pasaron dos cosas que cambiaron Malil para siempre. La primera es que la historia de mi plano volvió a cambiar desde los eventos del Destino Reescrito (supongo que sabrás de lo que te hablo si has leido las historias de Narset) Desgraciadamente no tengo más información salvo que Malil se salvó del cataclismo. Ignoro desde entonces que les pasó a mis viejos amigos... Sobre todo a Annie..."

Vi como se le ensombrecía la cara, pero Kei continuó con una mirada puesta en un punto en la oscuridad. Realmente me daba miedo.

"Y la segunda es que mi acción al llevarme a Taiga a traves de un portal me hizo perder mi afinidad a los colores que dominaba. Para más desgracia acabé metido de lleno en la nueva lucha contra los Eldrazis en Zendikar. Mi ayuda fue efímera ya que un extraño eco me trajo a tu plano sin necesidad de portal. Un eco que quizá tu hayas notado antes de conocernos. Una inquietante masa grotesca de tentáculos capaz de destruir y de ser inmune a cualquier hechizo conocido..."

- Emrakul... Los eones desgarrados - dije -Sí, estudié la historia en la academia y fue antes de la nueva línea en Zendikar. Pero en la batalla que dices dices que solo estaban dos, Ulamog y Kocyleck ¿Donde estaba Emrakul en la segunda batalla que me contaste?

Kei sonrió enigmáticamente.

Se oyó un estruendo y la gente de arriba gritó mientras se sucedian golpes fréneticos. El olor a sangre derramada inundó mis fosas nasales y algunas gotas se filtraron entre los tablones. Tras la supuesta masacre, me preparé para el peor de mis finales. kei también se levantó, manteniendo sus cadenas y haciendo un increible esfuerzo para acumular maná a pesar de las cadenas mágicas que le confinaban.

Se abrió la trampilla del sótano y saltó desde arriba una figura esbelta, alta y con una capucha marrón. Portaba una espada con una funda roja y cuando se dió la vuelta le ví la cara. Era una mujer. Una mujer de cabellos cenicientos, ojos verdes y una profunda cicatriz en su mejilla derecha. Llegó a las celdas y abrió la puerta de la mía Abrió mis pesados grilletes y enseguida mis poderes afloraron. Sin embargo, no abrió la puerta ni los grilletes de Kei.

- Muchacha, haces muy bien en temerme - musitó Kei.

- ¿Conoces a este hombre? - dijo la mujer. Por la voz se desveló que era una chica de mi edad más o menos. Asentí con la cabeza, sin saber muy bien porqué no podía articular palabra. Quizá fuera porque sentía un poder mágico inusual en la joven dama guerrera.

- Supongo que hemos ido a parar en las Tierras del Norte, ¿me equivoco? - dijo Kei a la dama.

- ¿De dónde salís vosotros dos? ¿Como es posible que existan aún magos con ese poder que conserváis? ¿Y como es que sois humano?

- Señorita... O tal vez debería decir, mi alteza...

"¿Qué? ¿De que estás hablando Kei?" pensé en mi cabeza, intentando hablar con él.

- ¡Callate! - gritó la muchacha al desenvainar su arma y colocandola justo delante del rostro, entre los barrotes de su celda.

- Lo siento, Ciri... No era mi intención desafiaros. En realidad conozco toda tu historia, tanto el pasado como tu inminiente futuro pero no adelantaré acontecimeintos. Quiero que sepas que no tienes porque temerme como enemigo sino como un mero errante que teme cruzarse en el camino de la dama del tiempo y el espacio...

La joven de pelo ceniciento hizo una mueca de aceptación y bajó su arma.

- Es inusual encontrar a un mago humano en tierras como estas, maese. Siento las molestias. Enseguida le abriré la puerta. Espero que no esconda ningún truco debajo de sus mangas. Le advierto que puedo ser más rápida de lo que cree...

Kei no hizo ni el menor ápice de resistirse o atraparla cuando se vio liberado. Es más, su halo de magia se desactivó.

- ¿Qué haces aquí con una hechicera, maese?

- Ambos nos vimos emboscados por unos bandidos y pretendían vendernos a la iglesia del Fuego Eterno. O eso les entendí... No domino muy bien el idioma de esta región, lo siento.

- ¿Y ella? -dijo dirigiendo su brillante mirada hacia mí - ¿Cómo es que no la conozco?

- Porque viene del otro mundo, al igual que yo. Dos de los cuales donde la magia es casi un juego de niños, si me permitís decirlo alt...

- No lo digáis más, por favor - dijo cortante aunque suave, Ciri.

- Como digáis. Agradezco que nos hayais liberado, aunque no tenemos nada para pagar los servicios de una bruja.

- No, no es molestia - dijo Ciri poniendo las manos en alto como disculpa - No sabíais que veníais
de otro mundo y eso aclara vuestro poder.

De pronto apareció un hombre armado con dos espadas, de pelo blanco y un medallón con la cabeza de un lobo...

- Geralt de Rivia, es un honor - dijo Kei inclinándose ante el hombre que acababa de aparecer. Quise hacer lo mismo y por el rabillo del ojo ví como los dos se miraban y ambos encogían los hombros.

- ¿Quienes sois, viajeros? ¿Otros hechiceros que quieren unirse a la Logia? - dijo el lobo blanco con una poderosa y ronca voz.

- Ella es Ari, hechicera del mundo de Casandra - dijo señalándome - Yo soy Kei, guardián de portales y también hechicero.

Geralt miró a Ciri que le devolvió una cara de desconcierto.

- ¿No seréis ningún espía de Nilfgaard verdad? - dijo Geralt situando justo delante de Kei. Me salió el impulso de protegerlo y me interpuse entre los dos.

- Ni sé quien es ese Nilfgaard ni porqué Ciri no debería ser llamada alteza ni me importa ahora - dije en un arrebato de valentía - Pero me parece que lo mejor será salir de aquí ¿no os parece?

Justo entonces fue cuando unos hombres gritaron en el piso superior. Un batallón de cazadores de brujas habían acudido a la llamada de los cazarecompensas que nos capturaron...

Pero eso ya fue otra historia...
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Cuento basado en la saga literaria de Geral de Rivia creada por el escritor Andrzej Sapkowski.
Todos los derechos quedan reservados a sus respectivos autores.

martes, 22 de marzo de 2016

La peregrina y el ermitaño - Cuentos de Ari (I)

En las montañas...

Así comienza cualquier historia de los vecino de Ermite, un pueblecito a los pies de una cordillera conocida como la de las Voces Perdidas.

Mi nombre es Ari, soy una peregrina más que quiere seguir los pasos de un invocador hechicero y para ello, durante siglos y eones, los más fuertes consiguieron hacerse planeswalkers: Caminantes de planos.

Los magos de mi plano, Casandra, crearon un ritual basado en un extenuante peregrinaje que recorría el mundo de este a oeste pasando por los eriales de Dumas, la frondosa selva de Mil Ramas, el peligroso archipielago de Suma y su mar Coloseo, las ciénagas de Paso para acabar en las arltas y peligrosas cordilleras de Voces Perdidas.

Estaba al final de mi peregrinaje. Ya casí había pasado 2 años desde que abandoné mi academia al sur de Dumas y me había enfrentado a todo tipo de criaturas, hechiceros y horrores. Mis cicatrices, ocultas entre mis ropajes dan buena fé de ello. Aprendí a realizar mi camino sola, pues caí en dos trampas urdidas por dos farsantes que se hicieron pasar por hechiceros. Incluso uno de ellos era un violador...

Ahora, al final de mi peregrinaje, muchos pueblerinos coincidían al repetirme siempre la misma historia. Una y otra vez. todas apuntaban a que un raro ermitaño que vivía en la última roca en el paso al portal multiplanar se había establecido allí largo tiempo atrás y evitaba a toda costa que nadie lo cruzase. Los que hacían caso omiso desaparecieron, los otros... bueno quizá porque los tachasen de cobardes también desaparecieron. Aunque el final dependiera de cada aldeano, aquel ermitaño era la clave.

Me enteré de estas historias hará unos días, cuando pernocté en la última posada habitada de Ermite. Pero, si los peregrinos desaparecían o huían del lugar ¿por qué no me había enterado hasta ahora? ¿Acaso todo el peregrinaje era una farsa?¿Una manera de tener entretenidos a los hechiceros como yo?... ¿Y como es que todos conocían la historia si todo hechicero desaperecía misteriosamente...?

Por eso me armé de valor, con mis conjuros y mis invocaciones. Quería saber porque sucedía aquello y romper la maldita costumbre. Y para ello, debía enfrentarme a ese ermitaño.

Cuando llegué al paso, a la cumbre más accesible de la cordillera, encontré a una persona con un largo cayado de madera y una túnica con capucha. No le podía ver la barba, pero estaba calzado. ¿Aquel era el famoso ermitaño?

- Sí - dijo de repente el hombre. No parecía ser un viejo, ni mucho menos. Cuando se levantó y le ví la cara, era un hombre no muy mayor que yo - Ari, has llegado hasta aquí. Te felicito.

- ¿Qué me felicitas? ¡Déjame pasar, idiota! No me he hecho el camino en valde sólo para que un desconocido me felicite. ¡Apártate!

Cuando intenté avanzar, el desconocido se interpuso y le empujé. Sorprendentemente se hizo a un lado y lanzó un breve suspiro.

- Te aviso que no podrás cruzar al otro lado así como así.

- Eso ya lo veremos - Dije yo y marché hacia delante.

Mi sentido hechicero me advirtió de un ataque inminente y me aparté justo a tiempo antes de que una bola de fuego me diera en el pecho.

- ¿Qué...qué ha sido eso?

- La respuesta del muro, Ari. No te dejará pasar.

- ¿Qué muro? ¿Qué estás diciendo? - Ese ermitaño o quien fuera me estaba haciendo perder la paciencia. Me levanté del suelo y, decidida, volví hacia  la dirección donde procedía la bola de fuego.

Sin apenas tiempo salió otra, más grande y mortal hacia mí. Hice acopio de mi maná y repelí la bola ígnea. Antes de recuperar el aliento surgió otra desde un costado y, cuando estaba recitando el conjuro, el ermitaño se me abalanzó y me derribó. La bola de fuego prendió su túnica y se la tuvo que quitar enseguida. Entonces ví una armadura ajada, de color gris que portaba aquel hombre. Si creía que era más joven me equivocaba. Tenía el pelo y la barba canosa. Por lo menos tendría unos 50 años.

Mientras divagaba en su edad, apareció un tremendo elemental de fuego entre él y el "muro". Ahora lo veía. El muro estaba hecho de llamas puras, pero el sol lo hacía invisible de algún modo. El titán del fuego alargó una mano hacia mí, pero el desconocido alzó sus manos y le detuvo en el aire. El elemental rugió e hizo aparecer a otros espectros del fuego alrededor nuestro.

- Ari, si realmente eres una hechicera peregrina - dijo el desconocido - Sabrás que nos has metido en un lío ¿verdad?

- ¿¡Perdona!? - Dije indignada y levantándome - ¡Si quieres te enseño como he llegado hasta aquí!

Y vaya si se lo enseñé. Lancé unos rápidos conjuros y destruí cinco elementales menores en un instante. Mientras recuperaba el maná, esquivé como pude las zarpas de otro elemental mientras el ermitaño se "entretenía" destruyendo a un par de elementales que le rondaban El gigante no atacaba porque también estaba generando maná. Una cantidad absurda, demasiado absurda para derrotarnos. Esquivé al último elemental con una finta y lo derroté como hice con los primeros. Cuando me dí cuenta de que ese era el última y aún guardaba un poco de mi maná por si las moscas, el titan lanzó su devastador hechizo.

Y de repente se desvaneció.

Recuerdo todos y cada uno de los actos, personas y batallas que tuve en mi peregrinaje pero os juro, amigos míos que aquello no lo recuerdo del todo bien. Quizá una parte de mí lo esconde por verguenza o por puro orgullo, pero lo que realmente pasó es que desperté al lado de el ermitaño, con las ropas quemadas. El estaba tambien aturdido pero consciente. Nos levantamos a tientas y me miró. Aquellos ojos verdes centelleaban de... ¿asombro?

- ¿Qué has hecho, Ari?

- ¿Yo? - dije señalándome - No lo sé... ¡Ay!

Me dolía todo el cuerpo. Sobre todo el pecho. Parecía como si una abrasante bola de fuego me hubiera golpeado al final. El ermitaño se inclinó y lanzó un breve hechizo. Noté como las heridas sanaban poco a poco. Me ayudó a incorporarme y nos miramos de nuevo en silencio.

- ¿Quieres decirme que era eso? - le pregunté.

- Un elemental de fuego - respondió con voz neutra.

- No me digas. No lo sabía... - respondí con sarcasmo - Oye, no me has dicho como te llamas...

- Silencio - chistó de repente.

- ¡Oye! - y acto seguido me tapó la boca y me escondió tras unas rocas. Seguía mirando al punto donde había salido el elemental. Algo raro pasaba... El muro invisible parecía abrirse dejando escapar unas plumas ensangrentadas de sus puertas de fuego. Detrás de ellas se abría un portal negro como el azabache.

El ermitaño me quitó la mano de la boca y protesté. Aunque gritase, parecía estar en trance. Se dirigió a una de las plumas más cercanas a nosotros y la cogió entre sus dedos.

- Vaaaale... Desisto... - dije a punto de volver al pueblo y decirles a todos que lo intentaría cruzar el paso otra vez mañana, cuando el ermitaño volvierá en sí... Si es que volviera...

- Avacyn... - musitó el hombre.

Lo que me hizo dar la vuelta en redondo no fue por el nombre, si no por el tono con el que el ermitaño lo dijo. Parecía conmocionado.

- Oye, si sabes quien es Avacyn - intenté cortar el hielo - ¿Sabes entonces si esas puertas conducen a otros planos?

El ermitaño se giró hacia mí. No sabía describir su cara.

- Mis recuerdos se remotan hasta poco antes de ser tocado por Avacyn, jovencita. Soy hechicero, igual que tú.

- Sí, eso ya lo había deducido solita ¿eh - contesté, aunque tal vez me pasé un poco de guasona porque el rostro del ermitaño se endureció.

- Quizá por eso aún te queda mucho por aprender, Ari - y se volvió a dar la vuelta, mirando la pluma ensangrentada.

- Oye, lo siento... -dije poniéndome a su lado. El ermitaño rápidamente se pasó la mano por el rostro.

- No pasa nada. Perdóname Ari, no me he presentado. Me llamo Kei, Kei el Errante.

Al estrecharle la mano recordé mis enseñanzas de historia de los planeswalkers, de los caminates de planos... pero si aquel hombre era Kei el Errante debía tener...

- ¿Cua... Cuántos años tienes? - dije asombrada. El ermitaño sonrió.

- Eso no importa ahora. Lo que importa es tu peregrinaje. Ahora te toca a tí elegir ¿a que plano te gustaría ir?

- ¿Ir? - dije con un hilo de voz. El ermitaño asintió.

- Sí, como hechicera peregrina y como mi labor de guardián de portales, te ayudaré en tu camino al plano que prefieras pues has llegado hasta aquí. Ah, y perdona por haberte leido el pensamiento para conocer tu nombre, es una mala costumbre que heredé de una vieja amiga... je jé...

- Ah, eh, esto... bueno... - de pronto estaba súbitamente confusa. Se me vinieron multitud de sitios que visitar y me hice un lío.

- Vaya, estás muy confunsa. Si quieres, puedes esperar en el pueblo a darme una respuesta. despues de todo, tienes talento como guerrera. Me gustaría acompañarte, hace tiempo que no convivo en sociedad. Creo que llevar tanto tiempo en una colina...

- Llévame a Innistrad - dije.

- ¿Perdón? - dijo Kei.

- Estás preocupado por esas plumas - dije señalandolé la pluma que llevaba en su mano izquierda - ¿No? Entonces vayamos allí a investigar.

- ¿Estás segura? Esto no es precisamente sirope de cereza - dijo agitando la pluma ensangrentada.

- Estás preocupado y te debo una por librarme del elemental. Vamos, ahora. No se hable más.

Y marché decidida a la puerta.

Lo que nó vi es la cara de asombro de Kei, que permaneció en el mismo lugar hasta que yo estuve casi en el umbral de las puertas.

Y así comenzaría mi historia.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Caminantes de Malil (X) - Vash, Pastor de semillas

Nombre: Vash Ve'lharen
Alias: El pastor
Edad: Más o menos la misma edad que Taiga
Carácter: Diseminador de semillas
Principales rasgos: 
Suele dispersar semillas y esperar a su florecimiento
Es un siervo de la naturaleza.
Sirve como vasallo a Taiga.
Es frágil pero tiene muchos recursos.
Últimamente quiere desligarse de Taiga
Intrahistoria:
Desde su juventud, creció rodeado de jardines. Hoy por hoy es un gran jardinero y se le suele llamar pastor de semillas. Recolecta, protege y alimenta a las plantas del bosque de Malil y bajo el dominio de Taiga, su señor.
Historia:

Como siervo de Taiga, le ayudo en la proliferación del bosque y de sus plantas. No obstante, me gustaría renunciar y acudir a la academia de Gorgo a potenciar mis poderes. Pero siendo siervo leal a Taiga, me temo que tendré que urdir un plan para encubrir mi desaparición…

jueves, 10 de septiembre de 2015

Caminantes de Malil (IX) - Oniks Tritónido

Nombre: Oniks
Alias: El tritón, Renegado
Edad: 29 años (se cree que pueda tener menos)
Carácter: Trtitón renegado
Principales rasgos: 
Guerrero de fortuna
Quiere reconciliarse con su tribu.
Es despiadado.
No es bien recibido en Malil.
Es buscado y persegido por Mikla.
Intrahistoria:
Aunque su historia es de las más tristes de Malil, Oniks insiste a menudo en volver con su tribu de Tritones de Malil, muchas veces, ha tenido que actuar como asesino y se ha valido de una nefasta fama como sicario incluso en gente de su especie.
Historia:

Ser un mestizo entre los tritones acaba pasando factura. Por desgracia, también me tratan mal fuera del agua. Obligado a ser un paria de por vida, mi vida acaba siendo como la de un renegado sin hogar fijo. Sin embargo siempre salgo airoso en las luchas en las que intervienen los tritones de Malil.

Ahora busco volver a ser uno más fuera del mar, aunque me cueste la vida.